Sección Liderazgo

Perseverancia y eternidad

La bujía de la Perseverancia que justifica por qué hemos sido salvos: llevar mucho fruto

La Escritura dice literalmente que la semilla del Reino sólo se produce con Perseverancia, no basta poseer corazón recto y retenedor de la Palabra (Lc 8:15). Y es que la única forma en la que puede evidenciarse Su redención es precisamente con dicho elemento, sus componentes son la Esperanza (Ro 8:24-25), la Paciencia (He 10:36) y la Permanencia (Jn 15:4-10).

Justo el sentido práctico de esta última cita postula el así denominado Principio de Permanencia, la bujía de la Perseverancia que justifica por qué hemos sido salvos: llevar mucho fruto, es decir, operar la simiente de Dios con rentabilidad, lo que significa obtener resultados tangibles de influencia, bendición y poder en todo nuestro entorno.

La continuidad es sinónimo de Eternidad, cuyo concepto en el hebreo original (olam) implica la desaparición de ambos puntos de origen (inicial y terminal), es como estar parado en medio de una carretera recta en pleno desierto, un término abstracto matemático cuya ecuación definiría la forma del círculo, no hay principio ni fin. Justo en esa dimensión la Iglesia desempeña su labor, por eso es que sus dividendos no caducan cuando son genuinos, porque “lo que no se ve es eterno” (2 Co 4:18), como todo lo que predicas, oras y decretas. ¿Comprendes?

El Cuerpo de Cristo es un ente vivo, visible, funcional, primeramente para construir la Eternidad de la Persona de Dios en un plan y diseño más allá de lo natural (Ef 3:10-11), lo que hagamos en esta esfera en tiempo y espacio es simplemente parte de un engranaje sideral y cosmogónico superior cuyo protagonista es Cristo ensamblado con Su Esposa (Ap 19:5-8).

Por eso es que Pablo indica que nos alentemos con estas palabras (1 Ts 4:18), pues la vida eterna es exactamente eso, eternidad que inicia cuando fuimos rescatados por Él (1 Jn 5:11), así que bajo esta premisa la deserción, la interrupción, la distracción y la concesión no aplican en absoluto, mucho menos sus causas cualesquiera que fueren: heridas del alma, amargura, cansancio espiritual, caídas prolongadas por el pecado, desánimo, y una interminable lista de etcéteras. Es tener la extraordinaria convicción de que, para que Cristo se despose conmigo debo cubrir el perfil de “sin mancha ni arruga” (Ef 5:27).

Ahora bien, el fruto es la esencia de nuestra eternidad personal, porque es justo lo que determinará nuestra posición en el Cielo (1 Co 3:11-15), y evidenciarlo implica dolor y violencia. Según el género es el fruto, pero se obtiene inevitablemente con sufrimiento. El fruto puede ser arrancado, escarbado (raspar hasta sacarlo, en el caso de los tubérculos como la papa o la calabaza), sacudido (cuando el árbol es golpeado para que su fruto caiga), o azotado (en el caso de las espigas como el trigo y otros cereales). Sólo los ‘violentos’ asimilan esta realidad (Mt 11:12), por eso se gozan en la tribulación (Hch 5:41).

Pastor, líder, tú ya eres promotor de la Eternidad, solamente consolida los siguientes aspectos:

  • No apartes tu vista ni tu lugar junto a Cristo (Col 3:1-3).
  • No te desenfoques, prosigue a la meta (Fil 3:13-14).
  • Mantente firme (1 Co 15:58).
  • Bajo ninguna circunstancia dejes de ser espiritual (1 Co 9:24-29).
  • Disfruta la Disciplina, es el dispositivo santificador (2 Co 4:17; 12:9-10).

Porque cualquier esfuerzo nunca será suficiente comparado con la Gloria que nos espera. ¡Ánimo!

Hugo León
Pastor y escritor
hugo.leon.nec@gmail.com

Autor: Hugo León

Fecha: 08-06-2020


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