Sección Liderazgo

¿Avivamiento o Autoengaño?

No hay Avivamiento sin redención, y ésta sin perdón, y éste sin arrepentimiento

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor TIEMPOS DE REFRIGERIO…” (Hch 3:19-20 RV60).

Refrigerio es “la satisfacción que se obtiene con algo fresco o de un paliativo ante un cierto problema” (definición.de). En Hch se traduce literalmente como “recuperar el aliento”, “obtener alivio”; está implícito el verbo psíko: respirar, del cual se deriva el muy conocido psiqué: alma. La Escritura involucra estos conceptos en la definición morfológica de Adán: un ‘alma viviente’, cuya constitución es en esencia la materialización del soplo de Dios (Gn 2:7). Por eso era feliz, estaba pleno, y su entorno también.

El dolor, corrupción, violencia, mortandad y precariedad económica durante el período histórico del libro de los Hechos en Israel no podría estar peor hasta ese momento. La única oportunidad de la nación para salvarse es que Su Dios cuyo nombre es el Eterno interviniera tal y como lo hizo, “como un viento recio” (Hch 2:2). Cuando comienza a apagarse la llama se necesita un soplo fuerte que la haga recuperarse e intensificarse, eso es Avivamiento. Cualquier bibliografía la define como un despertar religioso en un lugar determinado.

Así es, para que un espacio se refresque requiere que el aire viciado o escaso que lo habita sea removido violentamente por otro acompañado de fuerza, eso se llama Viento, y justo es el título que el Maestro le da al Espíritu Santo en Jn 3:8. El Viento Divino, el Soplo de Dios produce vida (Hch 17:25), regenerándolo todo, devolviendo claridad mental, convicción de fe y un anhelo por hacer lo correcto, síntomas idénticos a la explosión del nuevo nacimiento.

La vida de Dios no puede fluir donde reina la muerte por fomento al pecado (Ro 6:23), lo cual inicia justo por lo que el Cristo Glorificado condenó a la iglesia de Éfeso: se alejó de su primer amor.

Hoy somos el aterrador reflejo nacional de nuestra condición interna, copartícipes ya sea por omisión o comisión de la densa iniquidad circundante. ¡¿Cómo es posible que haya pastores, apóstoles, líderes que se atreven a declarar, profetizar e incluso presumir de un avivamiento que a todas luces es inexistente?! ¡Qué flagrante falta de discernimiento, sentido común y sensibilidad asoman! ¡¿Cómo se atreven a aseverar que hay vida de Dios en medio de autoridades corruptas, miles de muertos y crisis social de toda índole?! ¡¿De qué espíritu pregonan cuando la Iglesia está dividida, infectada de antidoctrina, proyectando un evangelio híbrido como su corazón?!

Necio, ciego, bien dice Leonard Ravenhill en su libro “¿Por qué no llega el Avivamiento?”, que dicha visión es un insulto a Jesucristo. La Escritura es contundente: “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hch 5:32). Simple, no obediencia, no vida de Dios. La fórmula para sanar nuestra tierra es clara, ya te la sabes: “Si se humillare mi pueblo…” (2 Cr 7:14).

No hay Avivamiento sin redención, y ésta sin perdón, y éste sin arrepentimiento, y éste sin quebranto, y éste sin confrontación, y ésta sin identificación del problema: no aborrecemos el pecado.

El refrigerio celestial sólo descenderá si hay genuina conversión empezando por nosotros sus hijos (1 Pe 4:17). ¿Avivamiento o autoengaño? Tu conciencia sincera dicta la respuesta…

Hugo León
Pastor y escritor
hugo.leon.nec@gmail.com

Autor: Hugo León

Fecha: 25-06-2018


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