El alma está conformada por voluntad, mente y emociones, es el código de personalidad y conducta del Hombre. Por medio del cuerpo se relaciona con la realidad circundante, principalmente en la interacción con los semejantes, lo que moldea su carácter.
La Neurología juntamente con el Enfoque Sistémico explican que el cerebro ante un evento significativo sufre una explosión sináptica impactando la estructura mental y emocional del individuo cuyas secuelas afectarán potencialmente su percepción existencial, sea de forma positiva (fiesta sorpresa, respuesta laboral esperada) o negativa.
A esto último se le denomina Trauma, un evento que amenazó profundamente el bienestar o la integridad de una persona marcándola infernalmente. El diablo en su esquema de destrucción (Jn 10:10) confecciona una acechanza (1 Pe 5:8) y espera la oportunidad para consolidarla, aunado al pecado, iniquidad generacional, ignorancia espiritual y rebeldía propias, dejando el alma lisiada e indefensa ante los embates cotidianos.
El rasgo principal de un alma enferma es su incapacidad de tomar decisiones correctas como consecuencia de:
Heridas abiertas (Je 8:18)
Desde una reacción inmediata, súbita y violenta ante preguntas reactivas, temperamento quisquilloso, hasta un sentimentalismo extremo y aislamiento social. Aludiendo a ‘lo que no se ve es eterno’, una laceración espiritual no tiene fecha de caducidad, aun cuando quien la provocó ya no exista, el aguijón de una abeja seguirá enterrado en la piel inflamando y punzando aunque haya muerto.
Pactos Internos (Sal 73:13)
Posterior al episodio causante, la conclusión lógica se convierte en lineamiento de vida: “A partir de ahora yo”… no volveré a confiar… nunca volveré a amar… jamás daré nada… etcétera, etcétera, renunciando a lo mejor de nosotros mismos y al propósito de Dios.
Perfil Prejuicioso (Lc 6:37)
Todo se cuela a través de su “yo creo”, “yo pienso”, “yo siento”, “yo sé”, según lo dicta la “experiencia”, cuando en realidad es el trauma quien rige las acciones. Juzga, etiqueta, condena, señala y, al hacerlo, quien acusa se maldice condenándose a repetir con escalofriante exactitud justo aquello que está juzgando (Ro 2:1).
¿Cuánto porcentaje del día experimentas ansiedad, tristeza, enojo, ira, melancolía, desesperanza, preocupación, frustración, miedo? ¿Con qué facilidad recuerdas más lo malo que lo bueno ocurrido en tu vida? ¿Qué tan frecuentemente repites aquello que te molesta?
Si estas preguntas hacen surgir un dolor interno en tu pecho, frunces el ceño, agachas la cabeza o cierras los ojos no cabe duda, está enferma tu alma.
Para empezar, inevitablemente debes adoptar a Jesucristo como Dios de tu pasado (He 13:8), eres producto de eso, solamente así tendrá efecto la sanidad (Lc 10:34).
Bálsamo en hebreo significa gotear, destilar, un aceite cuya consistencia se usaba para curar heridas desde superficiales hasta graves, de ese mismo modo el Espíritu Santo puede reparar el tejido espiritual, curarnos completamente, rehabilitándonos para amar y funcionar plenamente.
El proceso es:
1. Acepta tu enfermedad (Mt 13:15; Sal 91:2)
2. Busca la raíz (Sal 139:23)
3. Drena la pus o se convertirá en amargura (He 12:15). Llanto, gritos, confesión verbal.
4. Clama por tu sanidad (Sal 6:2)
5. Decide perdonar, o no ocurrirá nada (Mr 11:26)
6. No descuides tu terapia espiritual (Fil 3:12)
7. Fortalece tu alma para futuros desencuentros (Ef 6:10; 1 Pe 2:21-23)
Sí, será un transcurso lento, doloroso y de muchísimo esfuerzo, pero lo vale para alinearnos a la eternidad que nos espera. ¡Un abrazo y bendiciones!
Hugo León
Pastor y escritor
hugo.leon.nec@gmail.com