En estos tiempos de tantos desastres y libertinaje, hablar de fe y virtud puede sonar extraño e imposible de alcanzar y máxime cuando el tema va dirigido al hombre. Ese ser que muchas veces se ha visto como alguien insensible, cruel y malo. Sin embargo, desde niña he tenido un concepto diferente del que muchas personas poseen sobre la figura del hombre. Siempre he visto al hombre con admiración y respeto, a pesar de que soy consciente de que no todos los hombres han conocido la estatura que deben alcanzar para lograr la excelencia y convertirse en personas dignas de imitar. Dios, quien es nuestro Creador, da las instrucciones en su Palabra para que tanto el hombre como la mujer desarrollen al máximo sus capacidades, su vida emocional y su vida espiritual. Aunque estas instrucciones son para ambos, hoy quiero hablar con el hombre. El hombre que anhele vivir a plenitud necesita vivir de acuerdo con principios y no respondiendo a emociones o a los dictados de la sociedad. El hombre pleno es aquél que ha conocido a Jesús como su Salvador, y tiene temor de Dios. No se conforma con ser un hombre más, porque es consciente de que su manera de vivir debe ser diferente de los dictados sociales. Fíjate en lo que dice 2Pedro 1.5-7: “Por eso, ustedes deben esforzarse por añadir virtud a su fe, conocimiento a la virtud, dominio propio al conocimiento; paciencia al dominio propio, piedad a la paciencia, afecto fraternal a la piedad, y amor al afecto fraternal.
Hombre, no importan las circunstancias en las que hayas vivido, solo Dios es quien hace la diferencia en tu vida. Su Palabra te recuerda que, si tú has rendido tu corazón a Cristo y amas a Dios con todo tu corazón, Él te ha capacitado con todo lo necesario para vivir una vida de rectitud porque Dios mismo ha puesto en ti su naturaleza divina. Por esa razón te exhorta a que debes esforzarte en imitar las virtudes de ese Dios que te llamó de las tinieblas a la luz. El diccionario define virtud como una cualidad positiva, que alude a la perfección en la conducta o en la manera de proceder, y se opone al vicio o al defecto. Fíjate que reto tan grande tienes delante de ti: ¡Caminar hacia la perfección, hacia la excelencia! A esa excelencia le debes añadir conocimiento porque este te capacitará para continuar aprendiendo todo lo necesario para ejercer dominio propio. Un hombre con dominio propio es aquel que tiene control sobre él mismo y las circunstancias que le rodean. Es ese hombre que mantendrá su paz, aunque las circunstancias no sean las mejores. A ese dominio propio debes añadirle perseverancia para que cuando los vientos fuertes de la vida te azoten puedas permanecer firme en tu fe. El hombre perseverante es el que no se rinde frente a la dificultad y siempre mantiene viva la llama de la esperanza en su corazón. Todos los hombres que hayan fortalecido su carácter con esos elementos de fe, virtud, conocimiento, dominio propio, perseverancia y amor, podrán vivir agradando a Dios y serán líderes de familia ejemplares. ¡Decídete hoy a ser un hombre conforme al corazón de Dios!
Norma Pantojas DCC, MC #0981
Consejera de Familia
Autora: Alegría para la vida
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